sábado, 20 de noviembre de 2010

El trabajo de editor

Bien, pues es un contento comunicarles a todos Vds. que los dos primeros libros que sacaremos ya están en marcha. Ayer mismo dimos orden a la imprenta para que fuera realizando la primera edición. El primer título ya lo saben. El segundo lo tendremos que guardar para el año nuevo por dificultades técnicas.
 
Esto de ponerse a hacer libros es algo maravilloso. Desde que lees por primera vez un manuscrito –es un decir, porque ahora los pedimos en soporte informático- para evaluarlo hasta llegar a editarlo es toda una aventura. Pero una aventura apasionante. Comienzas por releer por encima con la reverencia propia de quien puede estar a punto de hallar un tesoro, y te preocupa–lo primero- si interesa su lectura o no, si es capaz de atrapar al lector y no dejarle un rato libre, en hacer que piense a toda hora en acabar sus quehaceres y volver a su lectura.

A veces no es así. El texto no atrapa. Pero tiene otros valores. Puede ser dulce y sosegado y fácil de leer. Puede ser culto y enseñar mucho. Puede ser divertido y el rato que pasas con él distendido y agradable.

Después corregimos el estilo. El autor tiene siempre la última palabra pero el editor debe comunicarle si su libro puede estructurarse mejor, buscar sinónimos a algunas palabras que se repiten demasiado, suprimir algún pasaje supérfluo, reducir el número de personajes si éstos son demasiados y no son imprescindibles…

Procuramos hacerle caso a Stefan Zweig en su libro “El Mundo de Ayer” –el cual les recomiendo- en el que indica que siempre que repasaba una obra suya recién escrita se ocupaba de ir quitando aquello que no era necesario y dejaba únicamente lo imprescindible.

Lo demás es un trabajo más mecánico: corregir la ortografía, la sintaxis y los signos de puntuación. Sí, hay muchos escritores magníficos que hacen faltas de ortografía –son famosas las de Gabriel García Márquez- y a veces se desliza también una frase incomprensible por una mala sintaxis.

El maquetado lleva su tiempo. Hay que convertir ese original, que viene como Dios le dio a entender al autor en un formato determinado y realizar una visión minuciosa de los párrafos, las clasificaciones, los capítulos, etc.

Mientras, ya vas pensando en el diseño de portada, pues la idea de ese diseño te la da la propia materia del libro.

¿Y el texto de la contraportada? Ha de ser una presentación de la obra y del autor que condense el tema y el argumento del libro, así como los méritos o la situación del autor.

Cuando ya tienes en la mano uno de los ejemplares es como si, después de una larga gestación y de los dolores de parto correspondientes, le vieras la carita al niño. Es algo difícil de explicar: aunque no la hayas escrito, también es obra tuya, porque de la presentación dependerá, en buena medida, la suerte que haya de correr.

Ser editor es algo vocacional, no económico. Por supuesto que sin dinero nada se puede hacer en nuestro mundo pero no es lo más importante. Por eso lo peor de todo es cuando has de contestar al autor que su texto no puede ser publicado. Es algo que duele porque sabes la decepción que vas a causar.

Con un cariñoso saludo, 

1 comentario:

Unknown dijo...

Admirable y encomiable el ímpetu, la ilusión, el entusiasmo con que emprendéis este proyecto. Es evidente que sabéis perfectamente el oficio y vuestra audacia es una garantía de éxito. Os lo deseo sinceramente. Merecéis nuestro reconocimiento, aplauso y agradecimiento.